Nuestras Imágenes
Santo Cristo Yacente
El Cristo Yacente de la Catedral de Segovia es una obra de Gregorio Fernández, maestro insigne afincado en la ciudad de Valladolid, que realiza entre los años 1631 y 1636. Fue donada a la Catedral de Segovia por el obispo Don Melchor Moscoso de Sandoval según consta en acta capitular de 8 de marzo de 1631. Los Cristos Yacentes dentro de la obra de Gregorio Fernández son quizá lo más destacado y lo que más caló en la religiosidad del pueblo.
Cierto es que el tema había tenido ya abundantes muestras desde la Edad Media y en el siglo XVI se realizaron algunas tallas por imagineros tan famosos como Juan de Juni o Gaspar Becerra. Gregorio Fernández gusta de colocar los Yacentes en el banco del retablo, para que así se pueda articular todo él en torno a la imagen. Esto ocurre en el caso de Segovia, donde el Yacente, dentro de una urna dorada, ocupa la parte baja del retablo obra de Juan de Lobera correspondiente al tercer cuarto del siglo XVII, encima de la imagen hay dos lienzos que representan el Descendimiento y el Calvario.
El Yacente de Segovia es posterior al famoso Cristo de El Pardo, y presenta las características de los Yacentes de Fernández, quien al realizar estas piezas sigue el modelo del primero, con pequeñas variantes en todas sus copias. Al ser esta una obra tardía, está perfeccionada aún más, hasta realizar una imagen absolutamente espléndida, todo un ejemplo de su buen hacer. Cristo colocado sobre un sudario de abundantes pliegues triangulares, apoya su cabeza sobre una almohada blanca adornada con bellos motivos bordados. La cabeza vuelta hacia el lado izquierdo parece mirar al espectador, ojos entreabiertos y también su boca, en la que se aprecian los dientes. Profunda expresión de muerte. Unos finos goterones de sangre producidos por la corona de espinas se deslizan por su frente, también aparece una ceja traspasada por una espina. La barba tallada bipartita y su cabello de mechones rizados se extienden sobre la almohada, donde el pintor ha añadido otros mechones aún más finos.
En cuanto al modelado del cuerpo, Gregorio Fernández realiza un cuerpo agotado. Pequeños hilos de sangre se juntan con los producidos por las grandes heridas, destacando entre todas ellas la lanzada, una profunda llaga de la que brotan sangre y agua. La pieza es un bello estudio anatómico del cuerpo desnudo, pues el paño de pureza cae púdicamente para cubrirle, pero está abierto dejando ver la totalidad de la pierna izquierda. Este paño es de color azul y está compuesto a base de pliegues muy profundos. Los músculos del cuerpo de Cristo parecen estar aún en tensión, esto junto con la profunda expresión del rostro, hace que parezca que Cristo aún vive. Los brazos extendidos sobre el sudario y sus manos heridas están llagados por los clavos. Detalles como los añadidos de uñas dan un mayor realismo. Su pierna derecha recta, mientras que la izquierda se flexiona ligeramente para mostrar mejor sus rodillas llenas de heridas sangrantes producidas seguramente por las caídas en su camino hacia el Calvario. También de sus pies salen regueros de sangre.
La policromía del cuerpo está hecha con una encarnación mate muy fina, salvo los dedos de manos y pies que se presentan amoratados. El pintor parece que se recrea en la sangre, dando lugar a tonalidades claras y oscuras, zonas en las que parece aún caliente y otras en las que ya ha coagulado. Esto unido a la utilización de pequeños fragmentos de otros materiales dota a las figuras de un gran realismo.
En definitiva, estamos ante una pieza en la que todos los elementos se aúnan para ayudar y mover a los fieles a la piedad, que es al fin y al cabo lo que la Parroquia de San Andrés trata de hacer al sacarla en procesión por las calles de Segovia cada Viernes Santo y mediante los turnos de vela guardados por los feligreses ante la imagen los días de Jueves y Viernes Santo.
En los últimos años el Cristo Yacente ha estado presente en dos ediciones de las “Edades del Hombre”: en el año 2003 en Segovia en la exposición “El Árbol de la Vida” y en el año 2013 en Arévalo como parte de “Credo”. En 2011 fue una de las imágenes seleccionadas para representar las estaciones del Vía Crucis que presidiría su Santidad el Papa Benedicto XVI con ocasión de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Estos hechos demuestran la gran calidad artística del Cristo Yacente.
Poema al Santo Cristo Yacente compuesto por Wenceslao Huertas Barios, vicepresidente de la Feligresía de San Andrés:
La herida profunda en tu costado
los ojos graves, entreabiertos.
el Sagrado cuerpo magullado,
VIVES SEÑOR, TÚ NO ESTÁS MUERTO.
Camino a tu sepulcro te acompaño
cuando ya es de noche el Viernes Santo
y ya están en Segovia resonando
lamentos de tambores destemplados.
Congoja siente el pueblo emocionado
cuando te ve llegar pausadamente.
Se encoje nuestra alma, año tras año,
al ver tu buen morir: CRISTO YACENTE
Qué austera y pobre escolta para un Rey,
sólo armada con plegarias y silencio,
el crepitar de antorchas y su Fé,
y un capuchón de sarga color negro.
Más no tendrás Señor, nadie más fiel
contigo en tu morir, por ti viviendo,
que un barrio que se llama San Andrés
que sabe que: ¡TÚ VIVES Y NO HAS MUERTO!
Santo Cristo de la Paciencia
Pocos son los datos documentales que han aparecido en los archivos de nuestra parroquia haciendo referencia a esta talla, aunque no se descarta que en un futuro puedan encontrarse más. Lo único que sabemos con certeza es que durante el siglo XVII estaba colocado en la Capilla de San Gregorio (curiosamente la del lado contrario del lugar que hoy ocupa en la iglesia) y que gozaba de una gran devoción entre los feligreses.
Todas las demás consideraciones que se hagan sobre la imagen han de basarse en el análisis artístico para, por medio de este, poder fijar una cronología. Así, se puede afirmar que nos encontramos con un modelo realizado en la primera mitad del siglo XVI que fue repolicromado y colocado en otra cruz en épocas posteriores.
Cristo está clavado en la cruz por medio de tres clavos, con los brazos formando una letra uve poco pronunciada, los pies en rotación interna y la pierna derecha ligeramente adelantada respecto de la izquierda para adaptarse a la postura de la crucifixión. Presenta una anatomía bastante bien realizada, típica de este siglo XVI en el que las corrientes renacentistas están llegando a España por medio de artistas formados en los talleres italianos. Sin embargo, a la llegada de estos maestros a España, los gustos renacentistas italianos no terminan de adaptarse dado el gran arraigo de las formas góticas en la Península. Por tanto, han de realizar un arte influenciado por la perfección y la belleza de Italia, pero con la expresividad y dramatismo del gusto español. Este hecho es importante a la hora de hablar de nuestro Cristo de la Paciencia, ya que, si su cuerpo como se dijo trata de ser veraz, fiel a las proporciones y buscar la belleza, no ocurre lo mismo en el rostro. Este se presenta con reminiscencias del arte tardogótico flamenco, con gran expresividad y sentimiento, un tremendo gesto de dolor y angustia del que la vida se ha ido hace pocos instantes. El pelo aparece cayendo sobre los laterales de su cabeza en la que hay una corona de espinas trenzada. Este cabello nos da una pista importante, pues se agrupa en mechones simulando estar mojado, característica de muchas obras del siglo XVI que fue puesta de moda por el escultor Alonso de Berruguete.
El paño de pureza es muy corto, abandonadas ya las formas anteriores, cubriendo solo hasta la mitad de los muslos. Este paño había sufrido al igual que el resto de la imagen una repolicromía probablemente a finales del siglo XVII. Gracias a la restauración llevada a cabo recientemente se descubrió que bajo esta capa se conservaban bastantes restos de la policromía original que pudo reconstruirse. Esta se basa en formas circulares doradas conseguidas mediante la técnica del estofado, con resultado de gran riqueza. De nuevo esta manera de realizar los dorados del paño nos remite al siglo XVI, ya que en la centuria siguiente este modo de hacer fue prácticamente abandonado.
Por tanto, nos encontramos ante una imagen de un gran valor, obra probablemente salida de las manos de un discípulo de algún taller de los influidos por los escultores de primera línea que trajeron a España los gustos del renacimiento italiano. Una obra que luce con gran realce y esplendor el Miércoles Santo cuando es portada a hombros por dieciséis penitentes por los rincones más emblemáticos de nuestro barrio y nuestra ciudad.